Muy
queridos hermanas y hermanos, muy querido Sr. Rector de esta universidad, alumnos en general, personal docente y
personal del mantenimiento Agradezco a ustedes que hoy han venido a dar gracias
a Dios a la santísima virgen maría la madre de Dios y madre nuestra
Esta
tarde estamos aquí ante María. Hemos rezado bajo su guía maternal para que nos
conduzca a estar cada vez más unidos a su Hijo Jesús, le hemos traído nuestras
alegrías y nuestros sufrimientos, nuestras esperanzas y nuestras dificultades, la
hemos invocado con la bella advocación de "la santísima virgen María de
Guadalupe", pidiendo para todos nosotros, para esta universidad del
pedregal y en todos los grados de la escolaridad, le pedimos que nos done la
salud. Sí, porque María nos da la salud, es nuestra salud.
Jesucristo,
con su Pasión y cruz, Muerte y Resurrección, nos trae la salvación, nos dona la
gracia y la alegría de ser hijos de Dios, de llamarlo en verdad con el nombre
de Padre. María es madre y una madre se preocupa sobre todo por la salud de sus
hijos, sabe cuidarla siempre con amor grande y tierno. La Virgen custodia
nuestra salud y nuestra universidad. ¿Qué quiere decir esto? Pienso sobre todo
en tres aspectos: nos ayuda a crecer, a afrontar la vida, a ser libres.
1. Una
mamá ayuda a los hijos a crecer y quiere que crezcan bien, por ello los educa a
no ceder a la pereza - que también se deriva de un cierto bienestar – a no
conformarse con una vida cómoda que se contenta sólo con tener algunas cosas.
La mamá cuida a los hijos para que crezcan más y más, crezcan fuertes, capaces
de asumir responsabilidades, de asumir compromisos en la vida, de tender hacia
grandes ideales. El Evangelio de san Lucas dice que, en la familia de Nazaret,
Jesús " iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de
Dios estaba con él " (Lc 2, 40). La Virgen hace precisamente esto con
nosotros, nos ayuda a crecer humanamente y en la fe, a ser fuertes y a no ceder
a la tentación de ser hombres y cristianos de una manera superficial, sino a vivir
con responsabilidad, a tender cada vez más hacia lo alto.
2. Una
mamá además piensa en la salud de sus hijos, educándolos también a afrontar las
dificultades de la vida. No se educa, no se cuida la salud evitando los
problemas, como si la vida fuera una autopista sin obstáculos. La mamá ayuda a
los hijos a mirar con realismo los problemas de la vida y a no perderse en
ellos, sino a afrontarlos con valentía, a no ser débiles, y saberlos superar,
en un sano equilibrio que una madre "siente" entre las áreas de
seguridad y las zonas de riesgo. Y esto una madre sabe hacerlo. Lleva al hijo
no siempre sobre el camino seguro, porque de esta manera no puede crecer. Pero
tampoco solamente sobre el riesgo, porque es peligroso. Una madre sabe
equilibrar estas cosas. Una vida sin retos no existe y un chico o una chica dentro
de la universidad o en cualquier grado de la escolaridad, que no sepa
afrontarlos poniéndose en juego ¡no tiene columna vertebral! Recordemos la
parábola del buen samaritano: Jesús no propone la conducta del sacerdote y del
levita, que evitan socorrer al hombre que había caído en manos de ladrones,
sino el samaritano que ve la situación de ese hombre y la afronta de una manera
concreta. María ha vivido muchos momentos no fáciles en su vida, desde el
nacimiento de Jesús, cuando para ellos "no había lugar para ellos en el
albergue" (Lc 2, 7), hasta el Calvario (cfr. Jn 19, 25). Y como una buena
madre está cerca de nosotros, para que nunca perdamos el valor ante las
adversidades de la vida, ante nuestra debilidad, ante nuestros pecados: nos da
fuerza, nos muestra el camino de su Hijo. Jesús en la cruz le dice a María,
indicando a Juan: "¡Mujer, aquí tienes a tu hijo!" y a Juan:
"Aquí tienes a tu madre"(cfr. Jn 19, 26-27). En este discípulo todos
estamos representados: el Señor nos confía en las manos llenas de amor y de
ternura de la Madre, para que sintamos que nos sostiene al afrontar y vencer
las dificultades de nuestro camino humano y cristiano. No tener miedo de las
dificultades. Afrontarlas con la ayuda de la madre
3. Un
último aspecto: una buena mamá no sólo acompaña a los niños en el crecimiento,
sin evitar los problemas, los desafíos de la vida, una buena mamá ayuda también
a tomar las decisiones definitivas con libertad. Esto no es fácil. Pero una
madre sabe hacerlo, en este momento en que reina la filosofía de lo provisorio.
Pero, ¿qué significa libertad? Por cierto, no es hacer todo lo que uno quiere,
dejarse dominar por las pasiones, pasar de una experiencia a otra sin
discernimiento, seguir las modas del momento; libertad no significa, por así
decirlo, tirar por la ventana todo lo que no nos gusta. La libertad se nos dona
¡para que sepamos optar por las cosas buenas en la vida! María como buena madre
nos educa a ser, como Ella, capaces de tomar decisiones definitivas, con
aquella libertad plena con la que respondió "sí" al plan de Dios para
su vida (cfr. Lc 1, 38).
Queridos
hermanos y hermanas, ¡qué difícil es, en nuestro tiempo, tomar decisiones
definitivas! Nos seduce lo provisorio. Somos víctimas de una tendencia que nos
empuja a lo efímero... ¡como si deseáramos permanecer adolescentes para toda la
vida! ¡No tengamos miedo de los compromisos definitivos, de los compromisos que
involucran y abarcan toda la vida! ¡De esta manera, nuestra vida será fecunda!
Y ¡esto es libertad! Tener el coraje de tomar decisiones con grandeza.
Toda la
existencia de María es un himno a la vida, un himno de amor a la vida: ha
generado a Jesús en la carne y ha acompañado el nacimiento de la Iglesia en el Calvario
y en el Cenáculo. La salvación y la alegría de nuestra universidad es la madre
de Dios y madre nuestra que nos dona la salud en el crecimiento, para afrontar
y superar los problemas, en hacernos libres para las opciones definitivas; la
mamá que nos enseña a ser fecundos, a estar abiertos a la vida y a ser cada vez
más fecundos en el bien, en la alegría, en la esperanza, a no perder jamás la
esperanza, a donar vida a los demás, vida física y espiritual.
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