martes, 1 de abril de 2014

Discurso Catedrática Distinguida Ago-Dic/2013

Por la Dra. María Esther Gómez Pérez, Docente de la Escuela de Psicología


Si en este momento nos preguntáramos cuáles son los principales problemas que el mundo enfrenta en la actualidad, es probable que una de las primeras respuestas fuera la desigualdad y la pobreza. Al respecto, México ha sido catalogado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) entre las naciones con mayor desigualdad en salarios y distribución de la riqueza. En nuestro país, por un lado tenemos a 11 de los hombres más ricos del mundo, quienes atesoran una fortuna de alrededor del 10% del Producto Interno Bruto del país (PIB) y, por otro lado, tenemos más de 50 millones de personas en pobreza.

Esta inequidad tiene muchas caras, una de las cuales es el motivo que nos reúne hoy: la educación. Aunque la media nacional (INEGI, 2011) indica que sólo el 6.9% de la población de 15 años y más no sabe leer ni escribir; existen estados como Chiapas, Guerrero y Oaxaca con niveles superiores a 16 por ciento y se reporta que en 4.4% de los municipios del país, ubicados principalmente en la región centro y sureste del país, se presenta una tasa de analfabetismo superior a 34 %. En el caso de la educación superior, a pesar de que el porcentaje de cobertura se ha elevado de manera importante en los últimos años, para el período de los años 2012 – 2013 tan sólo 35 de cada 100 jóvenes, en edad de estudiar educación superior, tuvieron la oportunidad de cursarla.

Muchas expectativas sobre el mejoramiento general de la sociedad se han puesto en el sistema educativo. En palabras del líder sudafricano Nelson Mandela, acreedor al premio Nobel de la paz en 1993 y fallecido el año pasado “La educación es el arma más poderosa que se puede usar para cambiar el mundo”. El cumplimiento de dichas expectativas es una labor ardua y compleja, que ha llevado a la dinamización de los sistemas de educación a nivel mundial, especialmente en cuanto a la calidad de la enseñanza. Así, diversas iniciativas han surgido para diseñar mecanismos de evaluación en las instituciones educativas que permitan estar en posibilidad de responder al proceso de modernización de la educación superior.

En este contexto cabe preguntarnos ¿qué está pasando con el docente universitario? El tener la oportunidad de ser parte de una institución de educación superior es un privilegio que debe ir ligado a una responsabilidad social. El motivo que hoy nos reúne es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia y trascendencia de la educación superior para el desarrollo del país y sobre nuestro papel como agentes en el proceso de formación de los estudiantes universitarios. Quisiera felicitar a los catedráticos distinguidos en esta ocasión por haber obtenido los mejores promedios de la evaluación docente agosto-diciembre de 2013; su labor favorece el desarrollo y fortalecimiento del quehacer de esta institución. Los exhorto a mantener su compromiso y participación entusiasta en favor de nuestros estudiantes. Confiamos en que el fruto en ellos sembrado sirva para ir formando una sociedad más preparada para enfrentar los retos que nos ocupan.

Por la Ciencia y la Fe a la Excelencia      

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